Esquema

Jorge Macchi

20 febrero / 16 de abril 2025

La Historia es iluminada por una vela extinguida que, sin embargo, todavía proyecta sus sombras en nuestro imaginario. Resplandece en el instante de un peligro. Uno al lado del otro, cada libro es como el ángel de la historia que mira de frente al pasado donde se amontona incansablemente ruina sobre ruina. De espaldas al futuro, una suerte de estructura rudimentaria. La estela que dejó tras de sí una forma de concebir el mundo que fue derrotada. Cual memento mori, su ideología ahora descansa sobre un materialismo histórico endeble hecho con tabiques de madera.

Más que escultura, esta obra de Jorge Macchi podría pensarse como monumento, en tanto convoca a la memoria y es posible otorgarle una dimensión política. En un intento por narrarlo todo, el tomo de Esquema de la Historia Universal comienza con la creación de la Tierra y termina con la caída de la Alemania nazi. El autor de los libros fue un novelista dedicado a la ciencia ficción con una mirada crítica sobre la lucha de clases, los límites éticos de la ciencia y las prácticas del imperialismo. Este tomo fue un intento por defender la causa socialista. Pero la historia es histérica: sólo se constituye si la consideramos y, para poder hacerlo, es necesario excluirnos de ella. Esa es la paradoja que advirtió Barthes. Quien narra las catástrofes de la humanidad nunca consigue quedar afuera de su relato y, por esto mismo, jamás se salva de lo que odia.

Ruinas, humo y velas apagadas son tópicos recurrentes de las Vanitas, un género artístico que ahonda en la vacuidad de la existencia, cuyo auge se da durante el barroco. Su nombre deriva del término latino vanus, que significa “vacío”. En rechazo al horror vacui, múltiples capas de sentido se esparcen en el tiempo, solidificadas en una estructura hecha con listones que se extraen del mismo elemento que las hojas. Troncales, tanto los libros como los diarios estructuran el pensamiento que luego se ramifica y germina sobre los actos. Pese a pertenecer a diferentes épocas y formatos, hay en estas obras un hilo conductor que, lejos de sacarnos del laberinto confeccionado con materiales baratos, casi de descarte, nos adentran en él. Si el sueño de la razón engendra monstruos, tal vez este sea el sueño de la materia: la transformación del libro en escultura y las páginas de diario en cuadros. Su componente táctil reluce en un periodo de digitalización de la experiencia.

Las hojas muertas de lo que fue novedad se exhiben colgadas con alfileres como insectos en un museo didáctico. La disección de los periódicos permite que emerja aquello que subyace a la superficie del texto o lo que habita en sus márgenes. El blanco de la hoja en tanto potencia condensa todas las noticias que fueron contadas, las que vendrán. Pero asimismo las que nunca serán dichas. Lo que ocultan los medios, lo que no sabe el cuerpo social (o lo que no sabe que sabe). Todo documento de cultura es también un documento de barbarie. Nos rigen esquemas que estructuran el decir. Entre medidas y límites, el lenguaje queda atrapado en su insignificancia. Grita algo que no alcanza a comunicar. Nunca. El límite de lo cognoscible, sinécdoque de lo real.

Estas obras de Jorge Macchi oscilan entre la presencia y la ausencia, entre lo que se pone a la vista y lo que se sustrae. Con recursos simples, extraña la percepción de aquellos objetos cotidianos que nos rodean y, ahí donde parece haber una certeza, instaura un enigma. Los componentes poéticos y formales de cada una de las piezas de esta exhibición las vuelve irreductibles desde lo conceptual. Me interesa en ellas especialmente la presencia del vacío y el modo en que consiguen presentar lo irrepresentable. Su fatal intento por desocultar lo que no puede, no obstante, dejar de permanecer oculto. 

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